Déjame quererte.

Déjame hacerlo porque, egoístamente, es la manera de quererme a mí misma. 

Nunca he entendido cómo funciona en mí el amor. No sé si me hace vulnerable o valiente. Inteligente o tonta. Si me dejo llevar demasiado por la intuición o ni siquiera poseo de eso y es sólo las ganas de que alguien me quiera.
Porque hasta yo, que presumo de independencia y resistencia, necesito que me quieran. Me hace humana, supongo. Me baja a la Tierra y me susurra que soy igual que los demás y que sus necesidades también son las mías.

Siempre he asemejado el amor con una venda. 
Todos tenemos en la mano una venda y decidimos a quien taparle los ojos. Eso conlleva una responsabilidad de nuestra parte. Hay que guiar a la otra persona para que no se caiga, si se hace daño, curarle la herida y alentarle, susurrarle que no pasa nada. Es andar un camino juntos, con baches, peligros que se acrecientan porque ambos estáis ciegos. 
Y no sólo de amor. Porque eso solamente  es la punta de un gran iceberg. 

Es maravilloso sentir la mano de una persona, sentir el cariño con que la aprieta por miedo a que te caigas o incluso por miedo a que te vayas. A que decidas quitarte la venda y entiendas que ya no necesitas a esa persona para caminar. Y eso a veces puede ser duro. Pero es lo que nos hace humanos.  Lo que nos baja a la Tierra y nos echa en cara que las necesidades que todos tenemos, no siempre coinciden.

Y entonces es cuando debes dejar ir a esa persona. Aceptar la pérdida.
Y te deja sola. En medio del camino, con una venda en los ojos y sin saber qué hacer.


¿Qué pasaría si decidiera no dejarme querer por nadie por el temor de quedarme ciega para siempre? 
El amor es miedo. A no levantarte y a tener la valentía de seguir... aunque aún tardes kilómetros en entender que tienes que quitarte la venda y brindarle a otra persona el beneplácito de hacerlo mejor que todas esas personas en otro tiempo.


Así que concluyo, con gran admiración a todas aquellas personas que lo intentan una y otra vez, sin desistir, sabiendo que alguna vez, llegará esa persona que te diga: déjame quererte porque no sé quererme de otra manera.
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